Entre el traspaso y la ficha del jugador, el Barça desembolsará la friolera de cien millones por Neymar da Silva Santos. El heredero de Pelé vive rodeado de doce tipos que gestionan su agenda, los +contratos publicitarios y sus derechos de imagen.
Si tuviera que elegir el mejor regate de su vida, Neymar da Silva Santos Júnior (Sao Paulo, 1992), se quedaría con el primero que hizo, cuando aún no había aprendido a andar. Tenía cuatro meses y el coche en el que viajaba con su familia se salió de la carretera. Fue un choque tan tremendo que sus padres, Neymar y Nadine, creyeron, horrorizados, que el bebé había salido volando. Lo encontraron debajo del asiento, sin un rasguño. Acababa de engañar a la muerte.
Desde entonces, y sin mayores sobresaltos, se ha dedicado a recorrer el camino del éxito con un balón entre los pies. Hoy, con 21 años, y recién fichado por el Barcelona, es una de la figuras consagradas del fútbol mundial.
Su historia arranca en Mogi das Cruzes, el barrio pobre y lleno de droga donde nació y que no llegó a marcarle, pues su familia se las arregló para mudarse pronto a otro mejor. Las fotos de su infancia muestran a un chaval delgado y con cara de espabilado siempre pegado a una pelota.
Es de suponer que heredase la afición de su padre, un jugador del montón. Colocaba sillas y trastos por toda la casa y se dedicaba a sortearlos con el balón. En el colegio encontró los rivales que le faltaban para enredarse en interminables partidos. Como no quería distracciones, arrancaba las redes de voleibol para asegurarse de que en el patio solo se jugaba al fútbol.
El chico era bueno. Con once años entró en el Santos, el club de donde se forjó la leyenda de Pelé. Con trece viajó a Madrid para entrenarse con el equipo cadete del Real Madrid. Emilio Butragueño le había echado el ojo, pero no acababan de decidirse, y el Santos aprovechó las dudas para repescarlo y llevarlo de vuelta a Brasil.
Heredero de Pelé
Sin duda, el muchacho tenía algo especial, y no solo porque consiguiese hacer con los pies lo que otros solo podían imaginarse. Su juego resultaba alegre y creativo y su repertorio de acelerones, frenadas y regates parecía inagotable. Encajaba a la perfección con la filosofía del Santos, que siempre predicó el fútbol como arte y llevaba cuarenta años buscando un digno heredero de Pelé. A ese estilo que le diferenciaba del resto de la plantilla se sumaba su aspecto tan particular, con esa cresta de mohicano que le valió el apodo de ‘el Gallo’, los cuellos subidos y las medias por encima de las rodillas. Con 17 años debutó en el primer equipo; en 2010, con uno más, ya era un ídolo. Su contrato con el Barcelona avala esa condición: ahora que la crisis ha llegado incluso al fútbol, los números de su acuerdo parecen de otros tiempos. A falta de que se confirme oficialmente, el coste de la operación ha sido de unos 50 millones de euros. Si a esa cantidad se suman los aproximadamente 10 que cobrará en cada una de las cinco temporadas por las que se ha comprometido –es lo que ha dado a entender su agente, Wagner Ribeiro–, se alcanza la mágica cifra de cien.
Claro que Neymar también tiene sus detractores. Por supuesto que nadie discute sus estadísticas: 224 partidos, 136 goles y 65 asistencias en cuatro años con el Santos. Pero hay quien duda de que pueda mantenerlas en su nueva aventura. En su contra juegan su 1,76 de altura y sus 60 kilos de peso, que harán de él un enclenque en una liga de tiarrones.
Otros oscuros vaticinios están más elaborados y llevan firma. Johan Cruyff fue de los primeros en desaconsejar su contratación al considerar que con un delantero como Messi el equipo va servido, y que «dos jefes en el mismo barco no funcionan», una teoría que avalarían la mala experiencia con Ibrahimovic y las obligadas marchas de Eto’o y Ronaldinho para mejorar el rendimiento del astro.
Tuvo un hijo a los 19 años
Ajeno a todas estas tribulaciones, Neymar goza en Brasil de la consideración de una estrella del pop. Ha conseguido que la fascinación que ejerce sobre el público cuando está en el campo, persista cuando sale de él. Cuenta con una legión de fans –9,4 millones de seguidores en Facebook–, que copian su actitud, su aspecto cambiante y sus gustos. Bastó con que celebrase los goles bailando ‘Ai se eu te pego’ para convertir la canción de Michel Teló en superventas, algo que no pasó inadvertido para los anunciantes, a quienes asombró su potencial publicitario: desde hace dos años es el futbolista con mayor valor de mercado. Sus derechos de imagen, compartidos por una quincena de marcas, generan 24 millones al año. Hasta su fichaje por el Barça, doce profesionales se encargaban de gestionar su agenda y los contratos con los patrocinadores.
Para cualquier muchacho brasileño, él encarna la idea del triunfo, que se traduce en un nivel de vida inalcanzable para el resto de los mortales con fiestas continuas, coches deportivos y chicas preciosas. De todo ello da cuenta en Twitter y, sobre todo, Instagram, su red preferida. Es posible que las cosas se hayan desmadrado en los últimos tiempos. Hasta cumplir los 18, su padre y mánager manejaba su fortuna, le suministraba una paga mensual y decidía sobre las grandes adquisiciones. También le aconsejó sobre el primer coche que debía comprarse (un Volvo XC60), le convenció para mantener la piel limpia de tatuajes, y le reprendió cuando dejó embarazada a su novia de 17 años. A día de hoy, la lista de propiedades de Neymar es larga, e incluye una mansión de 1,5 millones, un tríplex de 600.000, un Porsche Panamera Turbo de 380.000 y un yate de seis millones, según los datos publicados por la revista Forbes. También se ha desquitado haciendo continuas visitas al tatuador: empezó escribiéndose el nombre de su hijo, Davi Lucca, y fue ampliando los homenajes con su padre, su madre, su hermana Raffaela, el Santos...
Su temprana paternidad no le ha desanimado: tras concluir su relación con la madre de su hijo, Carolina Nogueira Dantas, ha probado con otras como Patricia Jordane o Carolina Abranches antes de llegar a su actual pareja, Bruna Marquezine. En todos los casos, se trata de muchachas lindas, modelos o actrices, acostumbradas a aparecer en las revistas posando en bikini en reportajes que llevan la palabra ‘sensual’ en el título.
Lo que nadie duda es que Neymar se lo pasa en grande, a lo que contribuye el hecho de que sus gustos no sean excesivamente sofisticados: su cena ideal es un filete con patatas regado con cocacola y su idea de una tarde bien aprovechada incluye una sesión de videojuegos, preferentemente de la serie FIFA, y una buena telenovela –su novia participa en la exitosa ‘Salve Jorge’–. ‘En busca de la felicidad’, protagonizada por Will Smith y su hijo, es una de sus películas favoritas: la tierna y real historia de Chris Gardner, un emprendedor que llegó a verse en la calle y que hoy es un multimillonario filántropo.
A Neymar le gusta además bailar y cantar (mal), combinar su infinita colección de camisetas y viseras y adornarse con pendientes grandes como crotales. Solo un temor ensombrece sus días: el miedo a un secuestro, que se agudizó desde el que sufrió la madre de Robinho, y que le hizo contratar guardaespaldas.
Es lógico suponer que la misma fascinación que ejerce sobre los seguidores de su país prenderá entre los aficionados españoles. De momento, el Barcelona ya ha empezado a vender camisetas. Quizás sería conveniente que en las peluquerías empezasen a practicar con las crestas. La era Neymar acaba de comenzar.
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