“Es muy fácil. Solo tienes que diseñar algo, enviarlo y enseguida lo puedes ver en el panorama en movimiento que pasa en esta pantalla”. La explicación del proyecto de dibujos participativos es de Carlos, 13 años, que con su hermana de 11, está dando buena cuenta de los puestos de la primera Mini Makers Faire de España, celebrada el pasado fin de semana en Barcelona. Carlos parece poseer el don de la ubicuidad. En cada stand hay algo que hacer, probar y preguntar y está decidido a experimentarlo todo, empezando por las placas Arduino, que se reconfirman como uno de los elementos más utilizados por los creadores de medio mundo.
Por el momento Carlos ha conseguido ensamblar (y por tanto llevarse a casa) el robotito cortado al láser de Vectorealism, una plataforma italiana donde es posible enviar cualquier diseño para que te lo impriman, corten y envíen (en España gratuitamente durante un mes, cortesía de la feria).
“En Cataluña hay una importante comunidad de makers, pero no esperábamos tanto público”, afirma Cecilia Tham, estadounidense por nacionalidad, hongkonesa por nacimiento y barcelonesa por residencia. En su ciudad actual fundó MOB Makers of Barcelona, una comunidad colaborativa de profesionales de diversos ámbitos, organizadora del evento. Las solicitudes de participación fueron tantas que pese a la amplitud de su sede de la calle Bailen se quedó pequeña y la feria, con total apoyo de los vecinos, invadió la calle con puestos de inventores y creadores de bricolaje tecnológico, hecho sobretodo a medida de niño.
“La mayoría de talleres son infantiles, pero también hay un programa de conferencias y actividades para adultos”, asegura Tham, mientras su hija Hanna de siete años toca el piano… solo que en vez de teclas le da a plátanos y otras frutas, conectados a un ordenador. Este hibrido orgánico informático, es el único instrumento de la feria junto a un bajo de una cuerda que, sin embargo, puede reproducir un sinfín de notas.
“Cuando los niños se acercan a la electrónica deben perder el miedo que les hemos inculcado a la fragilidad y peligrosidad de los materiales”, explica un miembro del estudio madrileño UltraLab, que exhibe los lotes LittleBits de primer acercamiento a la electrónica. Sus sensores, vibradores, reguladores y demás elementos básicos, no necesitan ser soldados, porque se acoplan con imanes, convirtiendo el montaje en una operación instintiva.
Excluyendo el robot barman, uno de los éxitos del verano, que funciona conectado al teléfono, las impresoras 3D son las reinas de la feria. Las hay que imprimen cualquier material, pero en la feria triunfó la del Cocinero Digital Luis Rodríguez, que imprime con gelatina, natilla y otros alimentos.
“Los niños aprenden más fácilmente a programar y a usar diversos diversos programas si pueden ver el resultado tangible de su trabajo”, asegura Josep Maria Sans, del colectivo Build RepRap, que tiene la mejor publicidad de la eficacia de sus cursos en su hijo Josep, de ocho años, que se desenvuelve entre ordenadores, impresoras y cables, mucho mejor que los adultos que le rodean admirados.
Build RepRap comparte sede conSpai, un centro de entrenamiento espacial, fundado por el ingeniero Xavier Malabart que, tras trabajar en la agencia espacial europea, decidió aplicar sus conocimientos a la pedagogía.
“Trabajamos técnicas de arquitectura espacial, realizamos simulaciones, lanzamos cohetes, estudiamos la alimentación en ausencia de gravedad y otros temas vinculados con los viajes al espacio de forma divertida, pero con extremo rigor científico”, explica Malabart, que además de actividades para niños de seis a 12 años, ciclos de cine y charlas para adultos, organiza viajes a los lugares míticos de la carrera espacial, como la Star City de Moscú o Cabo Kennedy.
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