“¿Que Internet es elitista? También lo sería la imprenta ¿no?”. Doug Engelbart recibía en 1999 a EL PAÍS en su Instituto de Investigación Boostrap (más tarde rebautizado con su nombre). Se le notaba molesto. “El médico no me deja correr porque tengo cáncer.
Cincuenta años practicando y ahora no me deja, pero confío en volver otra vez”.
Tenía entonces 74 años, y se levantaba diariamente a las cinco de la madrugada para levantar pesas y, enfrascarse en su pasión, lograr que máquinas y humanos se amaran.
“El distanciamiento entre unos y otros ha impedido un mayor desarrollo de la civilización”.
Doug Engelbart, fallecido el martes en su casa de Atherton (Silicon Valley, California) a la edad de 88 años, era mucho más que el inventor del ratón.
Doug Engelbart, fallecido el martes en su casa de Atherton (Silicon Valley, California) a la edad de 88 años, era mucho más que el inventor del ratón.
“Cuanto más sepa el hombre de la máquina con que trabaja, mayor será la productividad de la empresa, de la sociedad, del país y, por tanto, de la civilización”, evangelizaba entonces.
En la universidad de Stanford, a sus 74 años, seguía dando cursos sobre La revolución inacabada, la de los ordenadores.
Pasó a la fama que no le gustaba por la invención del ratón, aunque tardó 30 años en ser admitido en el Salón de la Fama tecnológica. “Pero por qué”, dijo sin ápice de rencor, “si solo he recorrido tres de las 26 millas de mi camino”. Su camino es largo y sin fin.
Esa humanización de las computadoras le llevó a desarrollar en 1967 el primer aparato externo para enviar órdenes a la computadora: el ratón, una simple carcasa de madera que cubría dos ruedas metálicas. Se trataba de un chisme que se podía desplazar con la mano y permitía trasladar el correspondiente movimiento a la pantalla.
El concepto de Engelbart fue materializado por los ingenieros de Xerox con forma de pastilla de jabón. Todavía no se le llamó mouse,ratón.
Un año después, en 1968, hizo pública su invención, bajo el nombre oficial X-Y Position Indicator for a Display System (indicador de posición de X-Y para una pantalla), que iba a sustituir al lápiz-puntero y aljoystick. La conferencia la realizó desde casa, con un módem casero, en la que empleó el elaborado sistema online de su laboratorio para ilustrar sus ideas ante la audiencia. Fue la primera demostración pública, también, de la videoconferencia.
La noción de operar en el interior de un ordenador con una herramienta situada en el exterior fue revolucionaria, aunque el aparato no estuvo a la venta hasta 1984, acompañando al Macintosh de Apple, que hizo del ratón una seña de identidad estándar en los ordenadores. Hasta entonces el ratón permanecía abandonado, sin uso comercial, en el centro de investigación Xerox Parc.
Engelbart, en diversas entrevistas, señala que no recuerda cuándo ni quién comenzó a llamar mouse a esa cajita de madera, aunque no es extraño pues huía de individualizar un logro.
El distanciamiento entre la máquina y el hombre ha impedido un mayor desarrollo de la civilización
Engelbart no se quedó ahí. Con una treintena de patentes, entre otros desarrollos clave, realizados junto a sus compañeros del Instituto de Investigación de Stanford y de su propio laboratorio, destaca el uso de múltiples ventanas o el hipertexto. También ayudó a desarrollar ARPANet, el predecesor de Internet gestionado por el Gobierno estadounidense.
Pero para bien o para mal, el ratón marcó su vida. Engelbart ha muerto cuando su histórico invento comienza a declinar y a desaparecer del entorno tecnológico. Casi medio siglo después de su aparición, ahora basta tocar la pantalla con un dedo o, incluso, mover los ojos para que la máquina obedezca al hombre.
Seguro que a Engelbart le alegraba que su ratón envejeciera peor que su mente.
Un año después, en 1968, hizo pública su invención, bajo el nombre oficial X-Y Position Indicator for a Display System (indicador de posición de X-Y para una pantalla), que iba a sustituir al lápiz-puntero y aljoystick. La conferencia la realizó desde casa, con un módem casero, en la que empleó el elaborado sistema online de su laboratorio para ilustrar sus ideas ante la audiencia. Fue la primera demostración pública, también, de la videoconferencia.
La noción de operar en el interior de un ordenador con una herramienta situada en el exterior fue revolucionaria, aunque el aparato no estuvo a la venta hasta 1984, acompañando al Macintosh de Apple, que hizo del ratón una seña de identidad estándar en los ordenadores. Hasta entonces el ratón permanecía abandonado, sin uso comercial, en el centro de investigación Xerox Parc.
Engelbart, en diversas entrevistas, señala que no recuerda cuándo ni quién comenzó a llamar mouse a esa cajita de madera, aunque no es extraño pues huía de individualizar un logro.
El distanciamiento entre la máquina y el hombre ha impedido un mayor desarrollo de la civilización
Engelbart no se quedó ahí. Con una treintena de patentes, entre otros desarrollos clave, realizados junto a sus compañeros del Instituto de Investigación de Stanford y de su propio laboratorio, destaca el uso de múltiples ventanas o el hipertexto. También ayudó a desarrollar ARPANet, el predecesor de Internet gestionado por el Gobierno estadounidense.
Pero para bien o para mal, el ratón marcó su vida. Engelbart ha muerto cuando su histórico invento comienza a declinar y a desaparecer del entorno tecnológico. Casi medio siglo después de su aparición, ahora basta tocar la pantalla con un dedo o, incluso, mover los ojos para que la máquina obedezca al hombre.
Seguro que a Engelbart le alegraba que su ratón envejeciera peor que su mente.
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